No tiene
mucho sentido eso, verdad?
Ya lo
tendrá.
Los
inicios son difíciles, la gente siempre dice eso, quizás tengan razón, pero
también hay cosas buenas en los inicios, esa cosa buena es la verdad.
Cuando
visualizamos una meta, cuando deseamos lograr algo siempre, sin miedo a
equivocarme, buscamos la ayuda y el favor de Dios, de la vida, de la fuerza de
la naturaleza o de cualquier otro poder que se nos ocurra, y siempre lo hacemos
de la misma forma, siempre y todos lo hacemos igual,… HACIENDO PROMESAS,
PROMETIENDO Y PROMETIENDONOS.
Nos
prometemos que haremos cosas para ganar ese supuesto favor.
Pensamos en personas y cosas que tenemos la
intención misma de hacer y de lograr tanto como la intención misma de lograr lo
que nos lleva a prometer esas cosas.
Cuando
buscamos la ayuda y el favor de Dios o de otro poder que consideramos mayor,
siempre decimos la verdad.
Lo que prometes te DEFINE, eres tu propio tu, tu parte más sincera y honesta.
Ese es el
clímax de lo que eres.
Quien eres
y lo que eres en ese momento de prometer es lo que define tu vida y tu alma.
No hay espacio para la mentira o el fingir
porque ese momento tu alma sabes que es demasiado importante y no lo arruinaras
mintiendo; es lo que más deseas, das tu vida por eso, no lo arruinaras
fingiendo interés, por eso es que esas promesas son tan importantes es porque
te recordaran quien eres si lo olvidas.
Es el
momento más importante de tu vida, no existe nada en el mundo más real que eso,
no hay nada más. Allí solo estás tú y tu sinceridad, tú y tu verdadero yo.
Están ahí aceptándose y amándose, mirando a la
misma dirección, con las mismas fuerzas y el mismo objetivo.
En ese
momento eres realmente como Dios, sin sombra de variación, sincero, firme y
totalmente seguro de ti mismo.
Aun con
lo asombroso de todo esto siempre hay una parte trágica y amarga.
Lo más trágico y doloroso de esto es que cuando logramos el deseo entonces nos olvidamos de las promesas que nos dieron vida, y con eso podemos
pensar que solo le fallamos a los que protagonizan nuestras promesas, pero la
verdad es más amarga que eso porque la falta mayor es a nosotros mismos porque
nos olvidamos de las promesas, pero
es porque primero nos olvidamos de
nosotros mismos, de nuestro verdadero yo, de nuestro yo real, y entonces ya no somos nosotros mismos jamás.
Este
alguien nuevo siempre es más egoísta, indiferente y egocentrista. Nada que una
persona deba ser.
Pasa el
tiempo…
Ya no
somos sinceros ni honestos, ni reales…
Entonces quienes somos?
No lo sé,
pero lo que si se es que no somos nosotros mismos.
Que dolor.
Se olvidan
sé si tanto tiempo que al final cuando se encuentran, aun ese final sea al
momento de morir ya que ahí también somos sinceros, en ese momento encuentran
una personas en el suelo con heridas de gravedad, con sed, con los labios
secos, las manos entumecidas, los ojos negros y profundos por el dolor, con la
boca abierta tartamudeando, pero sin hablar,…
Agonizando;
y todo por tu propia culpa.
Te dejaste
morir a ti mismo, no hay peor asesino.
Entonces viene
el sufrimiento eterno, hasta que mueras, por no poder perdonarte a ti mismo por
lo que le hiciste a tu alma y por lo que le hiciste a tus promesas y a sus
protagonistas.
No es un
final feliz.
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